Deleuze acuña la figura del devenir indio como espacio de reterritorialización del pensamiento en una experiencia del inconsciente liberada de la captura y codificación cristiano-capitalista. El devenir indio, en este sentido, implica una producción afectiva activa que abre al cuerpo y a la conciencia a una experimentación que aparece como foco de resistencia y línea de fuga. El devenir indio deleuziano se resuelve en una cabeza buscadora, en la que la dimensión política del amor se constituye como resorte interior de la emergencia de agenciamientos y políticas menores o minoritarias capaces de plantar cara a la esclavitud maquínica en la que se vertebra la dominación cristiano-capitalista.